LA CIUDAD DE HUARAZ

Hace unos días, producto de una actividad de carácter histórico, concurrí como invitado a la ciudad de Huaraz, en el Callejón de Huaylas, en el vecino Perú.

Era la primera vez que visitaba la zona y me preparé previamente, leyendo en internet los antecedentes que la conocida Wikipedia ofrece sobre ella.

Creí al hacerlo, que al llegar no existirían sorpresas y por tanto podría manejarme fácilmente durante los cinco días que estaría allí.

A lo largo de los días conocí diversos aspectos de Huaraz, entre los que cabe mencionar los siguientes:

La comida típica, que entremezcla diferentes sabores y aromas que la hacen sumamente apetecible para el visitante, que disfruta de ella acompañada de diversos líquidos, entre ellos la deliciosa cerveza peruana.

El paisaje, imponentemente enmarcado en serpenteante y sorprendente Río Santa, nos entrega una visión inigualable que se disfruta en todo el Callejón de Huaylas.

El clima, seco y de altura, no llega en ningún caso a los extremos de otras latitudes, permitiendo el desarrollo humano de sus ciudadanos y una vez aclimatado, el disfrute de los numerosos turistas que la visitan.

El folclor, que demuestra a través de sus variadas representaciones, parte de la idiosincrasia de quienes lo cultivan y mantienen vivo, para traspasárselo a las futuras generaciones.

Lo que vi coincidía con la información de internet, pero, pese a ello, quedé enormemente sorprendido al descubrir que los aspectos anteriores sólo son en verdad referenciales, ya que todo lo bueno que existe en Huaraz se potencia con un factor único y enormemente importante.

Dicho factor no es otro que el ser humano, que le da sentido y significado real a todo, Huaraz es lo que es por la presencia de sus habitantes, que a través de su calidez potencian la comida, el paisaje, el clima y el folclor, entre otros muchos factores.

A lo largo de los días percibí la calidez y cercanía de todas las personas que conocí y conviví, a las que no nombro por el temor de olvidar a alguna.

La experiencia fue tan enriquecedora, que me sentí en la obligación de hacerlo presente en estas líneas, como un pequeño tributo de agradecimiento.

No soy quien, para imponer mi criterio a nadie, pero si quiere estimado lector conocer el Perú profundo, auténtico, arraigado a sus costumbres, sin la vorágine de los tiempos modernos, donde el ser humano es el centro de atención, visite Huaraz, le aseguro que no se arrepentirá.